sábado, 2 de enero de 2010

2 de enero de 2010

Soy de los que disfrutan las navidades y creo y siento que es la época más hermosa del año. Sin embargo, con ella, con las navidades, me ocurre algo extraño. Comienzo a disfrutarlas desde los últimos días de noviembre, como el preambulo de un hermoso acontecimiento. Luego vienen los preparativos, montar el arbolito, pensar en los regalos, comprarlos, pensar en la cena, prepararla o ayudar a prepararla. Aparece la música, las gaitas, los aguinaldos, los villancicos, siempre viejos y siempre nuevos, frescos y deliciosos, llenos de una tierna ilusión casi infantil. Temprano aún diciembre, las casas y los pasillos de los edificios se cargan del olor de las hallacas y de algún prematuro pernil. Luego llegan las fiestas, las verdaderas celebraciones para las que tanto nos habíamos preparado y siento (y allí va lo extraño) que nunca logro verle realmente la cara. Sé que la Navidad está allí, pero no la veo. Luego viene el remanente navideño, el fin de año. Pero tampoco lo siento. Finalmente llega enero y me siento triste. Pero no, no es una tristeza fea. Es más bien como una tristeza dulce.

Salgo en mi carro y recorro autopistas y avenidas deliciosamente desiertas. Los centros comerciales continúan decorados de Navidad, pero vacíos, como si estuvieran agotados después de tanto ajetreo festivo. Entonces, en ese momento, siento que veo la Navidad como quien mira a una mujer bonita aún vestidita de fiesta pero sin maquillaje y con los tacones en la mano.
"Me la he vuelto a perder", pienso. Pero no es así. En realidad me las he disfrutado a rabiar. Pero mis Navidades son como un tren que puedo apreciar a la perfección cuando se acerca y cuando se aleja del andén. Pero cuando las tengo de frente, justo ante a mis ojos, no logro ver el hermoso tren: apenas un vagón medio deteriorado y desvencijado...

Ahora que lo pienso y lo veo escrito sobre la pantalla de mi computadora, tal vez algo similar me ocurre con el amor. O con mi vida: puedo ver las cosas cuando se acercan o cuando se alejan, pero rara vez sé verlas y apreciarlas cuando las tengo al alcance de mi mano...

Con Anabel las cosas fueron distintas: nunca necesité que se alejara para saber reconocer cuanto la amaba. Pero también es cierto que ella jamás estuvo en el andén. Siempre tuve que esperar su llegada a mi cuarto y apenas se metía en mi cama, ya tenía que marcharse...
En cambio con Alejandra es distinto: quiero alejarme de ella, pero me da terror que luego, cuando la vea partir, sienta que la necesito...

¡Vaya! Las cosas simples no deberían ser tan complicadas.

Pero apartando mi incapacidad para darme cuenta de qué es realmente lo que tengo frente a mis ojos y entre mis manos, hay cosas que son innegables. Y una de ellas es el cielo limpio y azul que envuelve a Caracas durante esta época del año y, en consecuencia, la hermosa desnudez con la que se nos muestra el cerro de El Ávila, la montaña más hermosa del mundo. Aqui les dejo unas fotos...


































Para mi único lector (si es que lo tengo), mis más sinceros deseos de que este año 2010 que comienza esté lleno de salud, alegría, paz y triunfos.

6 comentarios:

Cecilia F. dijo...

Hola Eduardo te lei en el blog "el telar de los angeles"y aqui estoy,escribes muy bonito.
Nací en Caracas hija de padres inmigrantes y me trajeron a España con un año,una larga historia............algun tiempo pense en reencontrarme con la tierra que me vio nacer........varias cosas que fueron sucediendo y renunciar a la nacionalidad me hicieron desistir,ahora tengo a Venezuela hasta en la sopa,aparece gente atraves de los blogs,en persona,hasta en amigos que viajan............nose tal vez algun dia me decida a visitar el hermoso pais en el que vi la luz,de momento disfruto de las preciosas fotos que tienen en este blog.
FELIZ 2010,saludos

Anónimo dijo...

:o que bueno esta, una cosa...
ademas de estar muy bien el blog, esta bien la idea de hacer un diario...
gracias por pasarte por mi blog, mucha suerte bye ;) :)

Eduardo Guerra, el imaginario... dijo...

Hola, Cecilia. Hola, Joaquin. Gracias por visitarme.
Una pregunta, Cecilia: estás en Venezuela o en España. No lo comprendí muy bien... ;-)

Anónimo dijo...

Hola! Gracias por pasar por tu blog, me leí este post y está muy bien, además las fotos son... preciosas!! En serio!! También vi que Belkis (mi madre) también te sigue, asi que me puse de seguidora porque me gustó tu blog ^^
Besitoss y un Feliz Año Nuevo!!

Anónimo dijo...

Buenas noches.
Por lo que cuentas el diario puede ser de mucha ayuda para ti, además escribes muy bien.Me gustaron estas impresiones tuyas de todas las fiestas navideñas aunque expresas que el día crucial de cada fiesta (24, 31) no es tan disfrutado como el resto, me parece que lo importante es que todo el resto de los días si los disfrutas. Vayan para ti mis más cordiales saludos

Anónimo dijo...

Hola, queria saber si realmente tienes la edad que dices, porque segun lo que escribes, parece que los años pasaron en vano, y no maduraste para nada, eres como un joven inmaduro, con miedo a vivir, al futuro, a quedarse solo, dependiente, lo que es raro en los jovenes de hoy,me da mucha pena como tratas de inspirar lastima, como si el mundo solo fuera mujeres, sexo, viviendo de migajas de cariño, bueno sorry si te digo todo esto, pero pienso que la vida es tan maravillosa con todo lo bueno y lo malo, que no se puede desperdiciar de esa manera.
Marilu.