lunes, 14 de diciembre de 2009

14 de diciembre de 2009

Continúa el papeleo, los trámites, la angustia y la incertidumbre por este contrato que me significa la salvación económica de este terrible año y gran parte de mi supervivencia para el próximo. Al final, todo saldrá bien, pero a punta de angustias. No quiero preocuparles por eso.

Hoy, después de entregarle toneladas de papeles a la compañía aseguradora que me hará la fianza de fiel cumplimiento, decidí bajar a Naiguatá. Aunque no lo crean, necesito del mar: de su tristeza y de su eterna vitalidad.

Como ya le he dicho, hace días Alejandra volvió a llamar. Una reconciliación telefónica a una pelea telefónica. ¿Triste, no? Una relación virtual, fantasmal, lejana, ausente…

Pero desde el sábado, Alejandra se enojó conmigo, aún no tengo muy claras las razones, y no me responde las llamadas ni los mensajitos. Hoy me escribió que “está muy enojada conmigo y que me hablará únicamente cuando a ella le dé la gana”. Palabras textuales.

Hace minutos le he enviado un mensajito de texto vía celular:

“Alejandra, ante tantas peleas, disgustos y reclamos de parte y parte, creo que lo mejor para ambos es que continuemos con nuestras vidas… Te deseo todo lo mejor y te doy gracias por todo lo bueno que me diste…”

Hasta el momento de escribir este reporte de vida que me significa este diario, no he recibido respuesta de ella.

Hoy, antes de bajar a Naiguatá, me he encontrado para tomar un café con mi buena y querida amiga Rebeca. Hacía meses que no hablábamos, ni siquiera por teléfono. La he informado de mi vida y de mi ruptura con Anabel. Se sintió indignada: “tantos años, Eduardo, de amor y de esfuerzo y de sufrimiento, para no llegar a nada”, me dijo. Agregó: “yo te lo dije, eso no llegaría a nada”.

Absolutamente aterrado, le conté lo de mi relación con Alejandra. Sabía que me iba a regañar. Con sobrado derecho y razón.

“Pero, ¿qué es lo que te pasa, Eduardo? ¿Sales de una y te metes en otra? ¿Y todas casadas? ¿Es que no te quieres? ¿No crees que te mereces algo mejor, algo muchísimo mejor?”

No pude responderle nada.

“Pero ésta, la Alejandra, es mucho peor que la Anabel. Porque Alejandra es joven, la otra era una vieja de cuarenta y cinco años. Pero ésta es una carajita cargada de vicios y confundida casi que por naturaleza”.

Le expliqué que no la dejaba, a Alejandra, porque no quería hacerle daño. Inmediatamente ella, Rebeca, me objetó: “más daño le haces alargando una situación sin sentido”.

Me dijo, Rebeca, que yo parecía un círculo vicioso, volviendo una y otra vez a relaciones marcadas por el fracaso.

Tuve que darle la razón.

Luego de ese encuentro, bajé a Vargas, a Naiguatá.

Ayer domingo leí el horóscopo de Adriana Assi. En él me decía que yo estaba a punto de perder al amor de mi vida.

¡Joder!

Pensé en Alejandra. Pero no, eso no podía ser. Alejandra es bella, es joven, es fogosa en la cama, pero ella no puede ser el amor de mi vida…

Agarré la autopista Francisco Fajardo, la que atraviesa a Caracas de este a oeste, luego me desvié hacia Vargas, hacia La Guaira, para luego llegar a Naiguatá.

Durante años hice ese trayecto con Anabel, por cuestiones de trabajo y de amor. Y cada vez que recorro la autopista Caracas-La Guaira, no puedo dejar de pensar, con dolor y tristeza, en Anabel.

Pero hoy, por primera vez en muchos meses, la recorrí libre, sin tristeza, sin recuerdos.

Creo que por primera vez he dejado escapar, como a los muertos o a los fantasmas, el triste recuerdo de Anabel. Tal vez el horóscopo tenía razón: “vas a dejar escapar al amor de tu vida”.

Dicho esto, digo:

Bye, Anabel. Y cómo dice la canción, “el que se va no hace falta, hace falta el que vendrá”.

No, no estoy feliz ni contento. Pero estoy tranquilo.

Durante este fin de semana me he enterado de la muerte de dos amigos: una de ellas, Margarita, la esposa de Fernando. El viernes salieron a cenar y ella pidió calamares. Estaban en mal estado, la mujer se intoxicó y falleció ayer domingo, a la prematura edad de cuarenta y cinco años.

Javier X, mi gran amigo, dice que yo venero la muerte. Pero eso no es así. Simplemente la respeto. Y sé que está allí, al ladito, siempre acechando.

Hoy en la mañana me llamó Verónica, mi hija mayor, llorando.

Minutos antes una amiga de ella la había llamado para decirle que su papá había muerto, en la madrugada, de un infarto.

Ayer Verónica y su amiga habían estado festejando juntas el matrimonio de un amigo común. Hoy, la amiga, está en el velorio de su padre.

Así es la vida: breve e incierta. Te da y te quita. Te quita y te da.

La vida sería, sin duda, una verdadera mierda sin el amor.

Cómo decía Luis Buñuel: “Con amor, todo. Sin amor, nada”.

3 comentarios:

Madame Bovary dijo...

Estoy de acuerdo con la afirmación de Buñuel.

Un beso.

Anónimo dijo...

Hola, queria invitarte a que agregues tu blog a planetavenezuela.com.ve
es un directorio de webs y nos gustaría que estuvieras.
saludos

Diego

Eduardo Guerra, el imaginario... dijo...

ok. Gracias!